domingo, 2 de enero de 2011

2/1/2011






Con las manos al volante todo es más fácil. Todo sería más fácil y rápido.

Recuerdo aquellas tardes en la plaza, jugando con los amigos, bocadillo en mano y corriendo con una sonrisa en la cara... todo era tan sencillo, todo merecía la pena, y lo mejor de todo es que ni siquiera me lo planteaba.

Años más tarde, por los famosos pasillos escuché en una ocasión "...pero bueno, que cabizbajo, no?" ...y ahora sé que por aquel entonces ya habría empezado todo.

Uno no puede ser bueno, no puede ser malo, no puede ser. De nada sirve hincharse de ilusiones sabiendo que vas a caminar por un desierto de alfileres, tan árido, tan agobiante, asfixiante... por eso prefiero el frío, prefiero la lluvia, las tormentas, la nieve, el hielo... el silencio congelado de una ilusión congelada que se hizo vieja al volver a la cálida realidad. Entonces se dio cuenta de que estaba desfasada, que había llevado una doble vida, una ciega y la otra bajo la ignorancia.

No puedo acabar de esta forma, en este lado de la carretera, aunque quiera... tampoco puedo ver con claridad... no alcanzo siquiera a verme al espejo... no veo más allá de mis miedos, no veo más que la mitad de uno mismo, atrapado en un chasis de miradas e ideas incrustadas en el cristal... y por eso no veo nada.

Ahora el cristal se acaba de congelar, y un giro inesperado sería quizá lo más acertado.

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