sábado, 2 de julio de 2011

2/7/2011




Lo dejé caer.
Ni siquiera lo dije, no fui duro.
Sólo lo deje caer.
Tan fríos, asustados y desnudos
sus ojos no querían comprender.

Por la otra parte comentarios racistas,
probocadores y llenos de odio.
Burlas fáciles, afiladas como cuchillas
atraviesan todo el envoltorio
y llegan hasta las tripas.

Miradas de desprecio e incomprensión,
que juzgan una vez más sin saber,
miradas que no reconozco ni yo
porque no encuentro en ellas su querer,
sino el enfado por no ser mejor.

Así el inocente se siente culpable
hundido en el más profundo fango.
Quiere cambiar su piel por sangre
o arreglar lo que está estropeado
aunque esto no esté a su alcance.

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