miércoles, 4 de marzo de 2009

Perdido


Al volante todo resulta más fácil. Con leves movimientos conseguimos huir hacia donde nos de la gana. Aislados, al tiempo observadores, al tiempo veloces...
La música envuelve la cabina, y ya no deseo nada más, sólo música...


...Es entonces cuando aparezco solo, en un desierto. Sin coche, de pie, de día. Pongo la mirada en el cielo y el sol me ciega, me abrasa la cabeza, y el sudor comienza a recorrer mi cuerpo. De fondo continúa escuchándose el piano con la electrónica, y al rato le sigue la eléctrica... huele a tormenta. No me lo pienso dos veces, y a pesar de no llevar mi iPod echo a correr instintivamente, quizá huyendo del nubarrón negro que acerca a mis espaldas...


"Esto no se parece en nada a las calles charras,"
...pero mi ritmo y mis pasos sienten la música como si conocieran aquella tierra árida, como si una noche más saliera rumbo a las afueras de la ciudad, en busca de tranquilidad.

Sigo corriendo. Al fondo puedo ver algo verde, una mancha verde y marrón que se va agrandando. De repente el silencio, seguido de un resplandor que convierte durante décimas de segundo toda la arena amarillenta en nieve ficticia. Me asusto, pero no pienso parar, no pienso mirar hacia atrás, no ahora. No pasan tres segundos cuando un rugido, seguido de otros tantos, comienzan a taladras mis oídos... y comienza a llover. La tormenta se acerca.

Un solo de piano, con una eléctrica apenas apreciable, se une a los golpes del agua sobre la arena seca. Ya no hay mancha verde y marrón, sino verdes hojas, altos árboles, que se acercan hacia mí, y yo penetro en ellos tan veloz como puedo... tan húmedo y cansado como cuando a casa vuelvo.

De nuevo silencio. Verde, hojas, marrón, hojas, hojas y más hojas... rodeado de un sin fin de vegetación, y a pesar de haber traspasado la línea sigo corriendo... corriendo... al fondo se siguen escuchando los rugidos, y el goteo del agua comienza a ser constante, aunque ya no empapa mi cuerpo.

Entonces llego a un claro, y me paro.

En el centro un mástil de madera, y mi mirada alzándose poco a poco, acompañada del ritmo electrónico más apropiado, que se va apagando conforme va llegando al final del recorrido. Ante mis narices un indicador con miles de carteles atravesados en perpendicular... cada uno con su nombre, con su dirección, con su sentido. Silencio, al fin.

Sin embargo, estoy tan cansado que no me queda otra que acercarme al dichoso palo y sentarme, recostando mi dolida espalda el la vieja madera. Es entonces cuando en mi mente sólo caben unas palabras en hip-hop:

"Vivo atrapado entre amenazas intangibles que me rodean,
asfaltos ardiendo bajo vientos de cambio que me bloquean,
escapo,y alli a donde yo voy no llega el sonido desesperado
del tumulto que lucha por un mañana incierto.
Alli donde yo voy no hay frustracion,
ni injusticia, ni violencia,
ni sirenas, ni alarmas de coche,
nadie agobiandote, ni locos soltando tacos o meando en la calle.
Alli encuentras el silencio, encuentras la paz, encuentras a ... Dios."


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